lunes, 29 de agosto de 2016

Unach investiga a las comunidades indígenas de Chimborazo

Entrevista con el Dr. Luis Alberto Tuaza Castro, docente investigador de la Facultad de Ciencias Políticas y Administrativas, quien desarrolla el Proyecto “Políticas Públicas tras la Reforma Agraria: el caso de la provincia de Chimborazo”.

Dr. Luis Toaza, investigador de las comunidades indígenas y la Reforma Agraria
¿Cuáles son los parámetros de investigación que ha desarrollado?
Es un proyecto multidisciplinario, porque tiene un enfoque antropológico para analizar a las comunidades indígenas desde la etnicidad. Otro enfoque con el tema del desarrollo, pues en América Latina, durante estos últimos sesenta y cuatro años se ha debatido ampliamente estos asuntos y en Chimborazo, una vez que se dan las Reformas Agrarias, en 1964 y de 1973, hay una preocupación por el tema del desarrollo, como el caso del Proyecto de Desarrollo Rural Integral, que funcionó durante la década de los ochenta en los cantones de Colta y Guamote; y, posteriormente PRODEPINE y el mundo de la cooperación, así analizamos los alcances de los proyectos de desarrollo en las comunidades, si han respondido o no a sus problemas. Finalmente, el enfoque sociológico y político, qué pasa con las organizaciones, cuál es la situación de las organizaciones indígenas en este momento, cómo procesan las diversas problemáticas que existen en el campo.

¿Quiénes están involucrados en la investigación?
En este momento están involucradas tres instituciones: la Universidad Nacional de Chimborazo, donde investigo la parte organizativa – política; el Instituto de Altos Estudios Nacionales, donde trabaja el Dr. Javier Martínez, quien estudia sobre el avance de la frontera agrícola, los páramos, etc.; el Dr. Víctor Breton de la FLACSO y la Universidad de Lleida (España), encargado de la parte antropológica y desarrollo.
Dentro de esta investigación hemos desarrollado el Proyecto Integrador de Saberes con los estudiantes de Derecho, trabajando el tema de la justicia indígena y en esto dos últimos semestres los estudiantes han visitado las comunidades indígenas de Guamote, para que conversen con la gente sobre los problemas que hay en esa zona y como los resuelven.

¿Cuándo finaliza el proyecto?
Estamos a punto de culminar en diciembre de este año y como resultados tengo seis artículos publicados en revistas indexadas en Latindex y Scopus.

¿Han analizado las diferencias entre el desarrollo impulsado por el Estado y por las ONG?
Tiene esas dos particularidades. Una vez que se acaba la intervención del Proyecto de Desarrollo Rural Integral durante los ochenta, con el auge del neoliberalismo y la aplicación de las políticas públicas emanadas por el Consenso de Washington, hay un vacío del Estado en el medio rural, que fue cubierto por las ONG, hasta tal punto que en el cantón Guamote, a inicios del año 2000, encontramos 69 ONG intentando resolver la pobreza del mundo rural, especialmente indígena.

¿La intervención estatal y privada logró desarrollar el sector rural?
En cuanto a infraestructura educativa, sanitaria, la construcción de sistemas de riego, hay huellas dejadas tanto por las políticas de desarrollo gubernamental como del mundo de la cooperación, pero en términos organizativos veo que hay una decadencia de las capacidades, hay mayor nivel de fraccionamiento de las organizaciones indígenas, por ejemplo, ahora existen organizaciones de mujeres, de jóvenes, de productores de quinua, de papas, etc.; y sobre estas el cabildo que antes regía la autoridad sobre la organización comunal ya no la ejerce. Quien maneja los recursos establece las reglas del juego en ese espacio territorial comunal. Esto constituye un problema grave y siento que si no se resuelve la parte organizativa difícilmente se puede esperar resultaos exitosos del mundo de la intervención.

Se conoce que a las comunidades indígenas se les dio el territorio para que produzcan, pero se limitó el financiamiento y la capacitación. ¿esta situación ha impactado negativamente en el desarrollo rural?
Con la aplicación de las políticas de la Reforma Agraria, lo que se hizo es dividir el territorio, hubo poco estímulo con ciertas líneas de crédito, pero no más. No sucede como en los casos mexicano y cubano, donde hubo una reforma agraria profunda en la que existió asistencia técnica y acceso a recursos económicos del Estado. En nuestro caso no.

¿Qué les falta a las unidades productivas rurales para desarrollarse de forma adecuada?
La primera condición e creer en nuestras propias capacidades locales, pues existe la idea de que las políticas de intervención que vienen de afuera van a resolver nuestros problemas, lo cual no es cierto. Sesenta y cuatro años del mundo de la cooperación invirtiendo recursos, dando cursitos de capacitación, no han funcionado. Al fin y al cabo, las comunidades indígenas hoy viven de sus propias prácticas, aprendidas hace mucho tiempo atrás. Por ejemplo, hay un artículo mío que se va a publicar en España en octubre, yo lo titulo como “Estrategias de resistencia en el auge de la administración privada de poblaciones”, que describe nociones como el huagcha o pobre, pero este término en kichwa, a diferencia de la connotación en español, en inglés y en francés, significa alguien que adquiere derechos especiales, como un huérfano o un forastero, que no tienen mayores bienes o terrenos pero adquieren derechos especiales: 1) el derecho a la shala, que permite a un indígena si ve que están sembrando él puede sembrar tres surcos gratis en su beneficio; el derecho a la shalana, si alguien está cosechando, ese señor que no tiene suficiente bienes puede pedirle una parte. Por otro lado, el páramo o el bosque, aunque sea de un propietario particular, él sabe que no puede impedir que el señor que tiene menos bienes paste sus rebaños. Esa es la manera como las comunidades indígenas garantizan la soberanía alimentaria.

¿De dónde provienen estas experiencias?
Hay algunas prácticas provenientes del antiguo mundo incásico. John Murray tiene un libro que se llama “El estado Inca”, donde se conoce que los indígenas recibían un lote de terreno en la parte baja, en la parte intermedia y en la parte alta, gracias a lo cual en tiempos difíciles como en los meses de agosto y septiembre, la parte baja no puede producir porque hay heladas, pero la parte alta y la intermedia sí producen, por lo tanto, no hay hambre. Así es como se ha venido viviendo, sino cómo se entiende que en estos quinientos años hayan podido resistir.
Hay otra categoría que habla John Murray sobre el manejo de los pisos ecológicos. En el antiguo Incario igualmente se asignaban territorios a las poblaciones indígenas en la parte baja (costa), media (subtrópico) y alta (montaña), de esta manera hubo un intercambio de los productos de varios pisos ecológicos.

También se conoce sobre la siembra del agua, un elemento cultural indígena que el mundo occidental trata de entender y poner en práctica.
En el caso de los Andes se intentaba asegurar las lagunas para que haya suficiente agua para las poblaciones. Hoy, desde los estudios que se han realizado, muchas de las vertientes que tenemos son fruto de la acumulación de agua lluvia en el pajonal, pero qué pasa si cada día invadimos el páramo, vamos a tener poca agua y con el correr del tiempo es posible que no tengamos el agua suficiente.

¿Qué otros elementos han encontrado en su estudio?
Si bien es cierto la hacienda en el mundo rural ecuatoriano se desintegra hace treinta y cinco años, en la idiosincrasia, en el habitus cotidiano, todavía hay rezagos del mundo de la hacienda, un ejemplo claro de ello, se verifica en la lógica del manejo de las políticas públicas ejecutadas por el Gobierno o por el Consejo Provincial, el mundo indígena todavía las concibe como ayudas y quienes están en los gobiernos piensa que efectivamente ayudan, entonces hay un intercambio de favores y de gratitudes, lo cual en un sistema democrático serio no debería ser así. Las políticas de intervención vienen el pos de los derechos, yo pago impuestos por lo tanto tengo derechos a estas políticas que el Estado debe ejecutar.
Además, el mundo indígena no siempre se rige, por ejemplo, por la Ley de Comunas del año 1937, sino que hay otros elementos culturales, hay otras construcciones imaginarias, desde las cuales podemos ver la unidad de la comunidad. El objetivo de mi último libro es demostrar que la comuna indígena no vive por la ley o las exigencias del Estado, sino que las distintas construcciones identitarias les permiten mantenerse en el tiempo y en el espacio.

¿Ustedes han podido identificar si estos elementos culturales pertenecen al incario o son preincas, qué papel juega el mestizaje en las mismas?
Es una mezcla de todo, los principios del ama shua, ama llulla, ama quilla, son preceptos morales provenientes del mundo de la hacienda. Hoy en día, pensar que hay una población indígena con un acervo cultural único es insostenible, somos un producto sincrético de larga duración. Por ello, una de las particularidades que tienen mis trabajos investigativos, es poner en duda las construcciones esencialistas del mundo indígena: decir que los indígenas a lo largo de estos quinientos años se han mantenido en esta única línea cultural es difícil.

¿Cómo se han plasmado los resultados de sus investigaciones?
Yo trabajo en el tema étnico, el de desarrollo y de la participación política; varias de mis investigaciones, alrededor de veintitrés hasta la fecha, han sido publicadas en revistas indexadas. Tengo dos libros y ahora estoy trabajando en otro que se llama “La construcción de la comunidad desde los imaginarios indígenas y el paso del anejo a la comunidad”. En la Unach he podido publicar hasta ahora seis artículos, tengo mucha gratitud con la institución porque me ha permitido investigar y realizarme como persona.

¿Cómo lograr que los resultados de estos estudios se reviertan a las comunidades?
El contacto con la gente es muy importante, las investigaciones en los campos social, político y económico, parten desde la vida cotidiana y cuando entramos en contacto con la realidad llegamos a comprender que los estudios que hacemos tienen que estar orientados a la utilidad social del conocimiento. Existe una doble intencionalidad: por un lado, que los problemas del mundo indígena se visibilicen en el mundo académico; y, que lo que se investiga sirva como insumo para el diseño de las políticas públicas, nacionales y locales.
Luego, los fines de semana hago trabajo voluntario en las comunidades, siempre estamos con los taitas y con las mamas, presentando los resultados de nuestra investigación y conversando con ellos, porque para mí el conocimiento no solamente viene de los datos cuantitativos, ni de los insumos que dan los libros, sino también de las conversaciones con los actores que viven el día a día en las comunidades.

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